Los signos medioambientales: ¿una cuestión antropológica?
Llama la atención que el tema del medioambiente logra captar nuestra atención ante situaciones límites, donde el equilibrio entre hombre y naturaleza cambia al punto que nuestros vínculos sociales quedan afectados. En el último tiempo, el conflicto vivido en Chiloé por la marea roja es un buen ejemplo de ello, llevando algunos a especular con una supuesta crisis del mar. Pero, contrario a seguir el insidioso cuestionamiento por saber quiénes fueron los responsables, también es posible plantear la siguiente pregunta: ¿por qué una situación tan específica como la marea roja puede condicionar nuestra relación con el entorno y nosotros mismos? En gran medida la alteración no está tanto en el fenómeno, sino en el contexto desde el cual y en el cual interpretamos el fenómeno. Hoy, donde los tiempos están medidos por una lógica de la productividad y de la eficiencia, es muy comprensible que el equilibrio tienda a ser más fácilmente perjudicado. Hemos acelerado los procesos al punto que nuestra propia forma de vivir no ha quedado inmune ante la impronta del consumo y del rendimiento. Probablemente el fenómeno acontecido en Chiloé habría sido distinto con otros ritmos de vida, lo mismo vale para el terremoto de 2010, donde el movimiento telúrico quedó opacado por el terremoto social.
Los fenómenos medioambientales los vivimos a diario, son parte de nuestro entorno, tanto como la sociedad en la cual nos desarrollamos. Es decir, tal como un hombre requiere la existencia previa de otros para su existir, del mismo modo debemos reconocer que una sociedad requiere de un medioambiente favorable que nos permita habitar. Pero, como bien ha demostrado la literatura especializada, el medioambiente supone una red de relaciones en constante desarrollo y cambio, la denominada compleja trama de la vida, parafraseando el libro de Fritjof Capra. Tal equilibrio implica no solamente que somos espectadores de dicha red, sino que somos parte de ella y por lo mismo responsables. Ante esta estrecha dependencia entre persona, sociedad y medioambiente, es plausible sostener que muchos de los desastres naturales que los medios nos evidencian constantemente no son sino un espejo de lo que nosotros mismos estamos realizando, cual un diagnóstico. Leer los signos medioambientales en clave antropológica puede ser un llamado a comenzar a comprendernos más en clave medioambiental, cual el anverso y reverso de una misma moneda y lograr así una conversión ecológica global como ha sugerido el Papa Francisco en “Laudato si”.
Dr. Javier Kasahara B.
Doctor en Filosofía
Centro de Investigación en Biodiversidad y Ambientes Sustentables (CIBAS)
Universidad Católica de la Santísima Concepción